domingo, 18 de enero de 2009

Leer El Tungsteno, hoy

El siguiente texto es un análisis de la novela corta El Tungsteno* (1932), de César Vallejo. La intención es actualizarla y confrontarla con nuestros comportamientos actuales.El lector dirá...
Leer El Tungsteno
hoy
por mitzar brown abrisqueta.

Una nueva lectura de la novela El Tungsteno (1931), de César Vallejo (1892-1938), permite, distantes del contexto que entonces rodeó a la producción de ésta, observar los hechos narrados y cotejarlos con la realidad actual. Si vista esta novela por la crítica de su época, y aún la más reciente, como una obra de denuncia y, a la vez, de llamado a la revolución[1], es bueno, entonces, hacer la comparación con lo actual y ver qué tanto los ideales y los motivos de un amplio sector de intelectuales, que nunca vieron que se concretasen esos anhelos, representan los anhelos y motivos de hoy.
A la sensibilidad del escritor y su conocimiento de la realidad peruana, entre otras cosas, debido a su desempeño como trabajador de la hacienda azucarera Roma[2] del valle de Chicama, donde presenció los abusos cometidos por los hacendados y autoridades en contra de los peones, se suma su pensamiento político influenciado por el marxismo[3]. De ahí, que la concepción de esta novela obedezca a una intención de crear conciencia en un lector ideal: hasta cierto punto, instruido, capaz de comprender los puntos de vista del autor, y que, además, no ofreciera resistencia a los nuevos planteamientos y se interesara por transformar la realidad mediante la revolución. Asunto verdaderamente difícil en 1931, cuando el país se hallaba en crisis política, económica y social y, en Lima y Callao reinaba el caos, entre manifestaciones de obreros –de la naciente clase proletaria- y disturbios estudiantiles. La represión, sobre todo cultural, como se explica más adelante, no se hizo esperar. Además, aquellos burgueses en los que Vallejo quería influenciar estaban dedicados a asimilarse a la modernidad venida de fuera, un objetivo que –para ellos- en esos momentos se presentaba difícil debido a la inestabilidad económica en la que había quedado el país luego de concluido el gobierno de Leguía; la mayoría permanecía indiferente a los sucesos del interior, salvo cuando de velar por los intereses propios se tratara, aspecto este muy similar a nuestra globalización actual, época de lo efímero, en la que casi todos estamos, unos, muy preocupados en cómo sacarle mayor provecho al dinero plástico y otros más privilegiados buscan cómo hacer para que más personas se “enganchen” (última versión del enganche de antaño) al sistema de crédito fácil, o en cómo diversificar sus actividades empresariales para que no los sorprenda alguna adversidad. Muy distraídos todos de lo que sucede en las zonas más pobres del país. Situación que nos invita a reflexionar sobre la efectividad de la democracia cuando las “sociedades han perdido la adhesión activa de sus ciudadanos, particularmente de los jóvenes” (McCarthy, 2000:136).
El tungsteno fue escrito el mismo año de su publicación y, como señalo líneas atrás, el autor se basó en su experiencia personal-laboral que -en la ficción- localizó en el Cuzco, en un imaginado asentamiento: Quivilca, cerca de la localidad de Colca, también ficticia, y con una empresa minera con sede en Nueva York, denominada Mining Society, que representa la inversión norteamericana en el país. Se ha señalado que los cambios bruscos sufridos por la localidad representada, que pasa de una vida completamente rural y casi salvaje a ser un centro de comercio y producción, muestra el paso de la sociedad pre-capitalista hacia el capitalismo. Con todo lo que ello implica, como señala Washington Delgado para referirse al último cuarto del siglo XIX, precisamente en el sur del país, donde : “La revitalización económica (debida al capital extranjero) contribuyó, si no a la formación de una elite, sí al aireamiento intelectual y planteó también algunos problemas susceptibles de convertirse en temas literarios: los efectos nefastos de la política criolla del país, la explotación del indio y la corrupción moral” (1980:86). Cáceres Cuadros (2004:21) señala que la novela, aunque escrita y publicada en 1931, fue concebida desde 1926, y que según su esposa, Georgette, “desde 1913 ya rondaba la idea en su cabeza, mucho antes de la aparición de sus primeros libros poéticos”. De acuerdo con lo anterior, se infiere que hubo una conjunción entre la realidad que él recordara de su país –mientras estaba exilado por el gobierno francés, en España- y sus convicciones marxistas[4], pero sobre todo, si, en realidad, la obra fue concebida ya desde 1913, puede afirmarse que la ideología comunista solo sirvió para afianzar sus convicciones de lucha por la justicia y para estructurar la novela de acuerdo a un programa político que la sitúa dentro de la clasificación de novelas de tesis.
En la trama de la novela, el personaje encargado del discurso comunista con el que se va a intentar convencer a la burguesía lectora y, al interior de la diégesis, a un representante de la burguesía, el agrimensor, estudiante de ingeniería, Leónidas Benites, ex socio de los explotadores, que se halla resentido por haber sido separado arbitrariamente de la sociedad, es el herrero Servando Huanta, personaje del que el narrador señala características y vivencias muy parecidas a las de Vallejo que como su personaje –salvo la pureza de sangre - también trabajó, aunque no participó en manifestaciones, en una hacienda en el valle de Chicama, donde conoció las injusticias. Así el narrador cuenta que Huanta:
Era un tipo de indio puro: salientes pómulos, cobrizo, ojos pequeños, hundidos y brillantes, pelo lacio y negro, talla mediana y una expresión recogida y taciturna. Tenía unos treinta años. (Más adelante cuenta que) (…). Otras veces ya, cuando vivió en el valle azucarero de Chicama, trabajando como mecánico, fue testigo y actor de parecidas jornadas del pueblo contra los crímenes de los mandones. Estos antecedentes, y una dura experiencia como obrero, había recogido en los diversos centros industriales por los que, para ganarse la vida hubo pasado, encendieron un dolor y una cólera crecientes contra la injusticia de los hombres. (2001:126)
A pesar de mi apreciación sobre este personaje como un alter ego de Vallejo, debo consignar aquí las interesantes consideraciones de Galdo (2007:184), que señala a Huanta como un personaje inspirado en los tradicionales líderes que, a lo largo de la historia andina, han llevado a cabo importantes rebeliones, en especial en Domingo Huarca, en Sicuani, Cuzco, sobre todo por el parecido con el nombre y la locación.
La construcción del personaje Huanta está ‘expuesta’ en la misma trama; es un hombre que ha sido testigo de los maltratos sufridos por los trabajadores de las haciendas, por ello se une a “pequeñas asociaciones y sindicatos rudimentarios” donde “le dieron periódicos y folletos en que leyó tópicos y cuestiones relacionadas con esa injusticia que él conocía y con los modos que deben emplear los que sufren, para luchar contra ella y hacerla desaparecer del mundo” (2001:127). Obsérvese que hay, en estas dos páginas citadas, una secuencia de los pasos que debe dar el hombre o que ha debido dar, es el caso de Huanta, para convertirse en revolucionario. Incluso la ambientación del rancho donde tiene lugar la reunión entre los tres personajes cuenta con algunas “fotografías arrancadas de Variedades, de Lima”, pegadas sobre los “muros de cercha, empapelados de periódicos” (2001:144). Stephen Hart nos recuerda, precisamente, que: “En un artículo publicado en Variedades (…) Vallejo describe el nuevo ‘espíritu comunista integral’ como un postulado europeo….” (1988:450). Una vez más el autor, mediante esta pequeña estrategia, apela a los conocimientos de su ‘lector ideal’ para insistir en la orientación y finalidad de su obra. La burguesía a la que Vallejo intenta llegar se halla representada en la trama por Leónidas Benites, un personaje que a pesar de pertenecer, al inicio, a la clase explotadora, está caracterizado de manera que evidencia una marcada diferencia, en sus actitudes, con los demás funcionarios de la sociedad minera. A él le preocupa tener un capital para regresar a Lima a culminar sus estudios, es excesivamente cuidadoso con su salud e higiene, por lo tanto no es promiscuo, es muy respetuoso de las formas, por lo que no duda en manifestar su rechazo a cualquier comportamiento indecente. Galdo (2007:183) destaca que el hecho de que Benites no participara en la violación colectiva a Graciela (2001:84-93), propiciada por Marino –conviviente de ésta- ‘por haberse quedado dormido’ en el momento de la orgía, representa con ello al verdadero burgués insensible a: "la avanzada del imperialismo y los abusos que cotidianamente cometen los poderosos”. Benites es el profesional, intelectual, hombre de clase media, que debe involucrarse en la búsqueda del cambio. Así, a través de su narrativa, Vallejo intenta, desde la lejanía, participar en el debate peruano sobre el indigenismo[5]. Debió ser contraproducente para Vallejo que en esos momentos, de la publicación de la novela, el Perú atravesara por una serie de “gobiernos represivos, poco respetuosos de los derechos humanos y de la actividad cultural (…) aquellas revistas en las que solía colaborar, dejaron de aparecer ‘Amauta, Mundial, Variedades’ dada la difícil situación económica general.” (Núñez 1994:391). Carlos Villanes Cairo (1988:755) resume así los sentimientos y el compromiso de Vallejo con la causa indígena: “Vallejo vino al mundo con una elección mayor: no habló por el indígena sino como el indígena; consciente o inconscientemente su literatura lleva el espíritu aborigen, que bebió en el seno materno, bautizó en la prisión y perfeccionó por los caminos del mundo….”
Todos los elementos, que sirven para demostrar situaciones de abuso, están consignados en la novela: El abuso contra los indios soras, la violación colectiva a Graciela, apodada la Rosada, que termina con su muerte; el enrolamiento arbitrario y cruel de yanaconas para someterlos a trabajos en las minas y no precisamente al servicio militar obligatorio, también degradante; la muerte de uno de los enrolados debido al trato inhumano, el consiguiente reclamo del pueblo enardecido y la actitud de las autoridades, que emprenden, por ello, una cruel masacre; la indiferencia de las autoridades departamentales y centrales frente al hecho; por último, el enriquecimiento de los comerciantes, funcionarios y de la empresa minera misma a costa de la explotación de los trabajadores. Todo esto es narrado en las dos primeras partes de la trama y resulta útil al personaje Huanta para, en la tercera y última parte, resumir los hechos y argumentar sobre los porqués de la necesidad de iniciar una revolución en pos de la justicia social ante el agrimensor Leónidas Benites y un apuntador de minas -afectado por la cruel muerte de la Rosada, que fuera su conviviente antes que de Marino, pero que él mismo cedió al comerciante debido a la afición de ella y de sus hermanas por la bebida, ellas laboraban en la preparación y venta de chicha.
En la primera parte de la novela, son los soras –representantes de la vida salvaje- los que con su actitud conducen a crear el clima necesario para que se pueda destacar el comportamiento de los ‘civilizados’ llegados a Quivilca, contratados por la empresa norteamericana Mining Society , para dedicarse a la explotación de los yacimientos de tungsteno, mineral codiciado para la fabricación de herramientas y que luego, al ingresar Estados Unidos en la guerra europea, se haría imprescindible para la fabricación de armamento bélico. Galdo (2007:187) refiere que los soras fueron un grupo étnico originario de la zona de Ayacucho, dominado primero por los chancas y luego por los incas. Los dominadores se enfrentaron al, entonces, espíritu guerrero de los soras con los que tuvieron que tranzar para vivir en armonía. Es a partir de la colonia, que los indios soras son sometidos al cruel trabajo de la mita, situación que relata, dice Galdo, el cronista Poma de Ayala en sus Corónicas…. En la ficción de Vallejo, los soras son recreados como seres inofensivos e indiferentes a las riquezas materiales, con curiosidad propia de niños. Es por eso que los recién llegados, entre ellos personal norteamericano y limeño, que llevan consigo sus ambiciones personales, nada espirituales, mas bien sí, materiales, se sorprenden y se muestran perplejos al primer contacto con los soras, gente aborigen muy trabajadora pero completamente desinteresada, y por el contrario, muy generosa y desprendida. Esta exagerada inocencia con la que el narrador describe a los indios soras contribuye a destacar la ambición y maldad de los burgueses –profesionales y especialistas- y de los funcionarios de alto rango de la empresa minera.
Es alrededor de las humildes viviendas de los indios, que se va creando el poblado minero de Quivilca, que pronto es dotado de todas las instancias y autoridades mínimas necesarias. Y es a costa del despojo de las pertenencias de los soras -tierras, animales- que José Marino, que tenía la exclusividad del bazar y la contrata de peones para la mina, crea sus riquezas. Además, crecen las necesidades de los nuevos habitantes, llegados con sus respectivas familias, que José Marino se encarga de abastecer. Debo observar, que los soras son, en la trama, el elemento que por oposición va -como señalo en el párrafo anterior- a contribuir a destacar el comportamiento de los otros personajes, pero lo que interesa al discurso –por lo que se observa- es concienciar a favor del proletariado, sector en el que los soras no se incluyen pues pocas veces trabajan en las minas y cuando lo hacen no reciben nada a cambio; gustan, en extremo, del trabajo, y cada vez que, con argucias, son desposeídos, van -sin enojo alguno- en busca de nuevas tierras para cultivar y nuevos animales que domesticar.
Esta etnia es considerada gente tonta, sin ambiciones, sin autoestima, no fiable como fuerza laboral de la mina pues abandona el trabajo a su antojo. Esta manera, de caracterizar al aborigen, casi como niño, sumamente ingenuo e irresponsable -aunque está ausente todo paternalismo hacia ellos- es propia de la literatura indianista, sin embargo los factores de producción y temática la ubican entre la narrativa indigenista[6]. Respecto de esto, en Cáceres (2004:23) leemos: “Es cierto que en la presentación del indio, sean los soras o comuneros, hay un cierto ‘rousseanismo’ por lo del ‘buen salvaje’, pero es una de las antítesis para profundizar el efecto negativo de los civilizadores, detrás de los cuales está el interés económico….” El nudo de la trama llega cuando la Mining Society pretende una mayor producción de tungsteno. Primero traídos de Colca[7] y zonas aledañas, los ‘trabajadores’ resultan insuficientes para satisfacer la demanda del mineral. Los lugareños se resisten al trabajo en las minas, que han dejado de ser un atractivo por las malas condiciones de trabajo. Es entonces que, en aras de cumplir con las exigencias que, desde Nueva York, llegan a los funcionarios misters Taik y Weiss para mayores envíos de tungsteno, las autoridades serviles, y el comerciante encargado del enganche de peones, no dudan en emprender una cacería de yanaconas, que tratados como seres sin derechos, ni condición moral, son humillados, durante su traslado, por hombres de la gendarmería.
Estructurados a favor del realismo, los elementos que conducen al descontento popular, son expuestos por el narrador. Así, deja entrever la perplejidad que causa el comportamiento de los soras en los recién llegados a Quivilca, y la forma cómo se benefician sin escrúpulos de la bondad de los nativos. También vemos la presencia de abusos en contra de la mujer humilde y de pueblo, en contra de los obreros de las minas, y de las familias y de sus hijos al momento de enrolar a los indios que supuestamente han evadido el servicio militar. Los atropellos causan penosas muertes que quedan, como delito, impunes, sin que las autoridades del gobierno central se enteren siquiera, y sin que las departamentales al ser informadas escuetamente de los hechos, ‘sospechen’ siquiera de que las ridículas informaciones son incompletas. Con todos estos elementos, la novela de Vallejo pasa a formar parte de la literatura social que busca dejar huella y ganar conciencias.
La revolución, así soñada: “El viento soplaba afuera, anunciando tempestad”, última línea de la novela, no se produjo en el Perú, y los años nos mostraron cómo -en otros lugares- los líderes revolucionarios, nacidos del pueblo, que llegaron al poder, traicionaron a sus seguidores y se convirtieron en elites gobernantes, disjuntas del mundo, y de espaldas a la miseria de sus poblaciones. Ya lo había advertido Manuel González Prada, en sus Horas de Lucha como nos lo recuerda Roland Forgues (2007:20): "Toda revolución arribada tiende a convertirse en gobierno de fuerza….” Entonces, muchos quizá, hemos llegado a la conclusión de que no era esa –aquella planteada por Vallejo en su obra- la forma mejor de darle solución a tanta injusticia, pero ignoramos, hasta hoy, cuál es la mejor manera de conseguir equidad, porque lo sucedido, en estos tiempos, en nuestros países, no nos ha mostrado progreso alguno en el ideal de conseguir una sociedad más pareja, con un mejor reparto de los bienes, pero, sobre todo, una sociedad segura de la transparencia de sus gobiernos, vale decir, de no-corrupción. Es por ello el planteamiento que hice al inicio de este artículo. Aún hoy, para no distanciarme de la temática de la novela aquí comentada, subsiste el abuso en contra de las poblaciones cercanas a los diversos yacimientos mineros. Hace poco, vimos en la televisión local un documental[8] que mostraba la grave situación de los comuneros y sus familias, en la ciudad de Cerro de Pasco, incluso de los cerreños que se desempeñan en otras actividades. Todos ellos sufren cada día el continuo deterioro de sus viviendas por causa de la explotación a tajo abierto, un tajo que va, literalmente, devorando las casas humildes de los cerreños, por lo que éstos deben ir abandonando sus moradas para edificar otras en un continuo originado en la ampliación del tajo debida a la demanda de minerales. Como en la historia que se narra en El Tungsteno, donde los verdaderos moradores parecen no tener vida propia, en Cerro de Pasco las vidas de sus habitantes no son más importantes que la explotación del mineral, sus tranquilidades tampoco, continuos temblores de tierra los alarman; y la salud de sus niños, que no alcanzan la talla apropiada a sus edades, está en peligro; pero si no es por un documental, no nos informamos, las autoridades locales callan y el gobierno central promete trasladar la ciudad.
Recojo aquí las convicciones de Hannah Arendt -analizadas por Michael McCarthy (2000). Ella abogaba por un pensamiento político independiente pero basado en la memoria, donde las experiencias concretas, que son fenómenos observables, nos den la pauta de nuestras políticas. Interesa su reclamo por una participación efectiva y activa de los ciudadanos en la política de su país, con el fin de evitar gobiernos autoritarios que se beneficien de la alienación de sus ciudadanos, del quehacer político. Por eso, a la pregunta inicial de este artículo, sobre qué tanto estaría vigente el pensamiento de intelectuales como César Vallejo, en busca de justicia, y apoyada en las reflexiones que hiciera Arendt, para, también, dar una mirada a la actual situación del país, donde todos hemos sido testigos del descubrimiento de crímenes de lesa humanidad, puedo afirmar que no les faltó razón al ver en el ciudadano medio, un distanciamiento casi involuntario de los problemas sociales. Considero que esa situación no ha cambiado, y que podríamos hacernos la siguiente cruel pregunta: ¿No será que, como Leónidas Benites, seguimos dormidos? Como pensó Arendt, no basta con haber nacido para tener derecho a los derechos humanos, es importante la pertenencia activa a una comunidad política que haga respetar esos derechos, y sobre todo, reconocernos como una pluralidad donde los derechos de cada uno hallan su límite en los derechos de los demás.
Notas [1] Es considerada novela de tesis porque predomina la idea sobre la acción. No disimula su propósito docente, crea polémica sobre el tema que interesa al autor, que utiliza a los personajes de forma estratégica para alcanzar un fin preconcebido.
[2]Consigno aquí lo señalado por Phycis Rodríguez-Peralta (1984:437, nota 8) respecto de la experiencia laboral de César Vallejo: “En 1910 Vallejo trabajó en las oficinas mineras norteamericanas; en 1911 fue tutor del hijo de un rico hacendado y propietario de minas; en 1912, un ayudante de cajero en la hacienda Roma, vasta finca de caña de azúcar cerca de Trujillo. de Quiruvilcca.
[3] Hecho que lo induce a incorporarse, en 1928, al Partido Comunista Peruano, cuando –en Francia- tiene ya amplia participación en el partido comunista, por lo que es exilado a España donde se inscribe, de inmediato, en el Partido comunista español. Entre 1928 y 1931 visitó Rusia en tres oportunidades, ello le permite reunir suficiente material para escribir y publicar: Rusia, en 1931: Reflexiones al pie del Kremlin, y Rusia, ante el segundo plan quinquenal, terminado en 1931. (Bruzual, Alejandro)
[4] Sobre el pensamiento político de César vallejo y su adhesión al comunismo-para efectos de interpretación de su obra- debe tenerse en cuenta, según refiere Stephen Hart (1988: 450), el aspecto cronológico de sus afinidades a las diversas tendencias de esta ideología: “Vallejo pasó por tres etapas claras –revolucionario vanguardista, trotskismo y finalmente stalinismo”.
[5] Véase Villanes Cairo (1988: 755)
[6] En Galdo (2007: 176) leemos: “…hay quienes consideran a El tungsteno como el texto que da inicio a la novela indigenista no sólo en el Perú sino también en Hispanoamérica”, y se cita a Lisiak-Land Díaz Ya González Vigil.
[7] En Galdo (2007:185) leemos: “(Colca en quechua significa granero y funciona literalmente como el lugar que provee de mano de obra a la mina)
[8] Programa emitido América televisión. Reportaje de Maribel Ocampo et.al. 20 de abril de 2008.
Fuentes:

CÁCERES Cuadros, Tito. 2004 “Presencia y Vigencia de El tungsteno”. Revista peruana de literatura. Nº 1, mayo-junio 2004. Lima. pp. 21-23.
GALDO, Juan Carlos. 2007 “Tempestad en los Andes: Alegoría y revolución en El tungsteno, de César Vallejo”. Revista iberoamericana. Vol. LXXIII. Nºs 218-219, enero-junio. Texas. Pp.175-192.
DELGADO, Washington. Historia de la literatura republicana. Rikchay Perú.Lima. 1980
FORGUES, Roland. Scorza en el siglo XXI. Por el camino de la potmodernidad, 2007 Muerte y resurrección de los dioses. Revista de artes y letras. Martín. Año VII. Nº 17.
HART, Stephen. 1988 “La cultura y la política en la prosa periodística de César Vallejo”.
McCARTHY, Michael. El pensamiento político de Hannah Arendt. Instituto de ética 2000 y desarrollo de la Ecuela superior Antonio Ruiz de Montoya. Lima. Cuadernos hispanoamericanos. Nº 454-455, abril-mayo. Madrid. pp. 449- 456.
NÚÑEZ. Estuardo. “La recepción de Vallejo en el Perú, durante la etapa ‘trílcica’. 1994 (1922-1937)”. Coloquio internacional. Vallejo, su tiempo y su obra: actas. Universidad de Lima. Lima. Pp.387-395.
VALLEJO, César. 2001 El tungsteno. Peisa. Lima
VILLANES Cairo, Carlos. 1988 “El indigenismo en Vallejo”. Cuadernos hispanoamericanos. Nº 454- 455, abril-mayo. Madrid. Pp.751-776.
RODRÍGUEZ-Peralta, Phyllis. “Sobre el indigenismo de César vallejo. Revista 1984 Iberoamericana. Vol. L, nº 127, abril-junio. Pittsburg. Pp 429-444- En la red: BRUZUAL, Alejandro. “Los viajes de César Vallejo a la Unión Soviética: La dialéctica s/f del vaso de agua”. En: A contra corriente. Revista de historia social y literatura de América Latina. Universidad de Pittsburg. Consultado: 5 de junio de 2008. URL: http://www.ncsu.edu/project/acontracorriente/fall_06/Bruzual.pdf
OCAMPO, Maribel. Reportaje sobre la explotación minera a tajo abierto en Cerro de 2008 Pasco. Programa Cuarto poder. URL: http://www.americatv.com.pe/cuartopoder/index.asp Créditos del reportaje. Maribel Toledo Ocampo; Carlos Correa, edición; Sergio Vergaray, camarógrafo.
*"Leer El Tungsteno, hoy". Brown Abrisqueta, Mítzar. César Vallejo. Revista Martín. Revista de artes y letras. Universidad San Martín de Porres. Año VII, número 18/19, octubre de 2008.

4 comentarios:

Anónimo dijo...

les agradesco muxo x publicar este inportante articulo
fue de muxa ayuda par mi tarea

Mitzar Brown Abrisqueta dijo...

Me alegra saber que mi artículo le ha sido útil. Su comentario es motivador.
mítzar

Karlos dijo...

Gracias por el artículo, he leído el libro y comparto sus apreciaciones.

Mitzar Brown Abrisqueta dijo...

Gracias Karlos, es bueno saberlo!

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