viernes, 25 de febrero de 2022

 

 

La vergüenza en el cuento “Peregrinación” de Susan Sontag*

mitzar brown


 

El cuento aparece en Declaración. Cuentos reunidos. Abre una serie de once cuentos (del original: Debriefing. Collect stories) y cuatro relatos más en la cuidada edición de bolsillo de Benjamín Taylor.

Una voz adulta (alter ego de la escritora), en primera persona, relata la desesperación de una niña, a punto de llegar a la adolescencia, por liberarse de la etapa infantil que considera una prisión. Ella y su familia migran desde la desértica Arizona hacia la ciudad de las estrellas y personalidades del mundo del arte en general, California. El cambio de ambiente y su ingreso a un nuevo centro de estudios la sorprenden con nuevas experiencias y la posibilidad de entablar amistad con chicos (hombres) con los que comparte gustos literarios y musicales.

La primera línea del cuento nos advierte de un sentimiento en ella: la vergüenza, pero es conforme nos internamos en la historia que nos damos cuenta de que cualquier situación que hayamos podido imaginar en esa primera sentencia no fue la más acertada. Así “Todo lo que rodea mi encuentro con él está teñido por la vergüenza” nos persuade de continuar leyendo para conocer al causante de ese sentimiento.

Es una niña de catorce años que se esfuerza en ser cortés con las personas de su entorno, aunque se siente diferente de todos. Detesta el jolgorio de sus compañeros de clase, las risas enlatadas de los programas cómicos de la televisión, la apatía de su madre vs el entusiasmo del padrastro. “Mi misión consistía en mantener a raya la tontería (sentía que me ahogaba en tonterías): la alegre faramalla de mis compañeros de clase y mis profesores…)”. (Sontag, 2019, p. 16). Piensa que en algún lugar del mundo debe haber mucha gente como ella: “…yo no me creía una inadaptada. Pues suponía que mi fachada de afabilidad era aceptada al pie de la letra.” (ídem.). Se siente diferente de todos los que ha conocido hasta el momento, pero el cambio de ciudad le trae esas nuevas amistades de similares intereses. Niños que como ella aman las letras y la música. Así, ella y Merril se vuelven coleccionistas de libros y de discos. En el cuento está también la historia de un proceso de aprendizaje en el que estos niños trazan su camino no solo de acuerdo a sus gustos específicos, sino que también se imponen estoicamente oír música de autores que les desagrada, como parte de este proceso: “Este último era uno de nuestros problemas recurrentes. Éramos deferentes con los graznidos y aporreos de John Cage, sabíamos que debíamos apreciar la música fea; y escuchábamos devotamente a los Toch, Krenek, (…), lo que fuera (teníamos un gran apetito y estómagos resistentes)”. (Sontag, 2019, p. 22)

A cada momento, vuelve al lector el recuerdo de las primeras líneas del relato. ¿Qué la avergüenza? Ella admira al escritor de Alemania Thomas Mann, en esos tiempos (1949) asilado en EEUU. Reside en California, ella sabe, pero lo piensa como un ser superior e inalcanzable. Ha inducido a su amigo Merril a la lectura de los libros de Mann. Es este amigo el que concierta una cita con su ídolo. De un momento a otro y casi en contra de su voluntad se hallan tomando el té en casa del escritor. Nos damos cuenta: Mann es el hombre que anuncia al inicio del relato, pero aún no sabemos por qué.

Como lectores percibimos un derroche de arrogancia en esa voz adulta que nos narra el paso de su niñez a la adolescencia. Nos habla de sus descubrimientos y experiencias intelectuales en esa etapa en que se sentía diferente al resto, pero de ninguna manera inferior, sino todo lo contrario. Resulta difícil imaginar la vergüenza en este personaje sui generis, de alta autoestima, dotado de una profunda capacidad de asimilación de los códigos artísticos de la generación que la precede: “Parecía inevitable para mí que casi todo lo que admiraba había sido producido por gente que había muerto (o era muy vieja) o provenía de otra parte, idealmente de Europa”. (Sontag. 2019. p. 23)

Los personajes, Merril y su amiga, se han preparado para la entrevista. Él entusiasmado, ella, por el contrario, preocupada de que su amigo pudiera cometer algún desatino. Total, es ella la que le mostró la obra de Mann a partir de su lectura de La montaña mágica, tiene derecho a ser exigente. Pero sucede lo contrario, Merril se comporta con desenvoltura mientras que ella no consigue articular las expresiones que hubiera querido, aunque tampoco hace un mal papel. ¿Qué la detiene? Es el desencanto. Siente que Mann no es el Mann de los libros, siente que cuando se dirige a ellos es como si reseñara en vez de portarse como un libro. Ella no logra separar al hombre del escritor. Ahí está su desilusión. Eso la inhibe. Se azora al no poder manejar esa verdad. Su Thomas Mann del que tanto afirma haber aprendido no está ahí, no está fuera de las páginas de sus libros.

Según el diccionario de la RAE, “vergüenza” (del latín verecundia) indica turbación ante una falta cometida por uno mismo que lo deshonra y humilla. Es también turbación del ánimo que nos frena para actuar o expresarnos, va de la mano con la timidez. El diccionario también considera la variable: “vergüenza ajena” como un sentimiento causado por lo que otros hacen o dicen.

El personaje, la niña, siente temor de ir a conocer a su ídolo. Es posible que, de manera inconsciente, no quiera desencantarse. Después de todo ella se ha formado una imagen, la ha construido a partir de sus lecturas, sobre todo de La montaña mágica, novela que la ha hecho volver a su pasado en Tucson, a la muerte de su padre por casusa de la tuberculosis y a su propia condición de niña asmática que debe confiar en que el clima benévolo y los cuidados de su madre la mejoren. Por lo tanto, podemos pensar que antes de sentirse avergonzada, está asustada. Teme no encontrar a su ídolo. También teme no dar la talla durante la entrevista. Su pretexto, para sí misma es que quizá su amigo Merril la haga quedar mal (posible vergüenza ajena), pero poco a poco, dado el entusiasmo de este, decide entregarse a la experiencia.  Ella descubre que su amigo saca adelante la conversación, pero también entiende que Mann es un hombre, no su Dios imaginado. La vergüenza de la que nos habla al inicio del relato es por causa de eso: Descubrir su poca capacidad de separar al hombre del ídolo construido por ella misma, aunque fundamentado en la genialidad del autor: “Algunos años más tarde, cuando ya era escritora y conocí a otros muchos escritores, aprendí a ser más tolerante con la brecha que media entre la persona y su obra. Sin embargo, aún hoy el encuentro me parece ilegítimo, impropio. En lo profundo de mi memoria, muy a menudo, recuerdo la vergüenza”. p. 41

***

 

*Susan Sontag (Nueva York, 1933-2004). De padres judíos estadounidenses, su apellido al nacer fue Rosenblatt, que años más tarde cambiaría por el de su padrastro Sontag. Fue escritora, y aunque su prestigio tiene que ver mucho por la calidad de su obra ensayística, también fue excelente novelista y cuentista. También fue directora de cine, de teatro y guionista además de docente universitaria.

Fuentes

Sontag, Susan. Declaración. Cuentos reunidos. 2019. Ed. Debolsillo. Barcelona

 Wikipedia: https://es.wikipedia.org/wiki/Susan_Sontag#:~:text=Susan%20Sontag%20(nacida%20como%20Susan,guionista%20estadounidense%20de%20origen%20jud%C3%ADo.

RAE:

https://dle.rae.es/verg%C3%BCenza

 

 

domingo, 5 de diciembre de 2021





El Niño Remigio,

desde Redoble por Rancas hasta Garabombo el Invisible

 mitzar brown

“Así se comprobó que el Niño Remigio padecía una enfermedad incurable porque la ráfaga que le destapó la mitad de la cabeza mostró que en lugar de sesos tenía una mata de geranios.” Manuel Scorza

 

Motivados por la indignación de Héctor Chacón, los comuneros de Rancas han decidido secundarlo y poner fin al abuso constante del juez y hacendado Francisco Montenegro.  Su muerte podría poner fin a una situación desesperante y generar un cambio. Planean fingir una riña, aprovechar la confusión y asesinar al juez. Para que todo resulte creíble ante las autoridades otros deben resultar muertos. Saben que, indistintamente del resultado, algunos de ellos irán presos, pero el sacrificio, piensan, habrá valido la pena, sobre todo para Héctor Chacón, el Nictálope, que, desde niño, tiene presente la humillación del castigo desmedido que sufrieran él y su familia de parte del hacendado. El plan incluye elegir quienes, además del juez, serán los muertos, las víctimas del enfrentamiento. Es cuando en la historia aparece El Niño Remigio, un personaje al que muchos compadecen debido a sus continuas y severas crisis de epilepsia. La lástima que sienten por él lo hace vulnerable a ser considerado para el sacrificio. Los comuneros conversan:

—Hay que disimular.

—¿En qué forma?

—Se puede fingir una riña; si mueren dos o tres de los nuestros, la justicia dirá que fue una disputa.

(…)

—¿Quiénes morirán? —preguntó el Ladrón de Caballos chupándose las muelas.

(…)

—El Niño Remigio —dijo el Abigeo— ya no tiene remedio. (…) No pasa día sin que caiga con la boca llena de espuma. Yo lo he visto llorar cuando resucita de sus ataques. (…). «¿Para qué vivo? ¿Para qué existo? ¿Por qué no me recogerá el Divino?». Así se queja. (1983: 25-26)

 

Eligen también a otros dos. Son traidores. Deciden “acabar con la hierba mala” (1983: 26). La trama continúa. Los comuneros van a insistir en su objetivo. Buscan aprovechar un comparendo con las autoridades para generar la ocasión de librarse de Montenegro. El Abigeo busca al Niño Remigio y lo lleva al punto de encuentro montado en un corcel. Es una experiencia inolvidable para el Niño que, inocente, se entrega al plan. Pero las acciones deben cambiar. Ha habido un traidor y Chacón está en la mira de un sicario, el Corta Orejas, enviado por doña Pepita. Es este el que termina siendo asesinado por Chacón. El Nictálope debe huir, pero es delatado por su hija Juana, según denuncia el Niño Remigio, ya libre de un sino equivocado, en una de sus primeras participaciones como delator de injusticias, característica principal del personaje. Ella quiere evitar que a su marido lo pongan en la lista de conscriptos, por eso entrega al padre. La lucha deja de ser guiada por el interés casi particular de Chacón, apresado, para ser asumida por los comuneros como un reclamo a las autoridades por el avance del Cerco de la empresa minera que los va dejando sin tierras para sus ganados.

Lo anterior es parte de los sucesos en la novela Redoble por Rancas (1970), de Manuel Scorza. Al lado de El Niño Remigio conocemos a otros personajes como El Ladrón de Caballos, El Abigeo, La Comunidad Equina, el Juez Montenegro, doña Pepita, etc. Interesa aquí ver el crecimiento del personaje Remigio en la segunda de las novelas, Garabombo el Invisible (1972). También, en Redoble por Rancas, los lectores vamos conociendo a este segundo héroe, Fermín Espinoza, apodado Garabombo, desde la narración de un hecho del pasado cercano. Podemos presumir su temperamento rebelde a los abusos de los hacendados, pues está exilado a unas cuevas, aunque aún no sabremos por qué ya que esta escena se desarrolla en el segundo cantar. Incluso, puede decirse —es una presunción de esta autora— que los lectores empiezan a sentir empatía hacia el futuro héroe debido a ciertos rasgos de ingenuidad y torpeza. Se luce aquí parte de la vena irónica de Scorza:

(…). Fermín Espinoza —un ex sargento, colono expulsado de Chinche que vive refugiado en una cueva—encontró una gallina. La decomisó. Casi amanecía.

—¿Sabe usted cocinar? —dijo Cayetano.

—En los cuarteles se hace de todo.

—Prepare un buen estofado (1983: 43)

 

Lo anterior se nos cuenta cuando, en Rancas, a propósito de tener que preparar un recibimiento a las autoridades para el comparendo entre la hacienda Huarautambo y la comunidad de Yanacocha, el Abigeo les recuerda a todos lo que les había pasado a los del pueblo de Chinche cuando esperaban, no hacía mucho, a la autoridad para un comparendo. En ese racconto, vemos cómo Fermín Espinoza, apodado Garabombo, muy acomedido prepara un potaje de gallina usando bosta como combustible, pero cuando el Inspector Galarza prueba la comida, grita:

—¿Qué monstruosidad es esta?

—Gallina, Excelencia —informó Cayetano—. Yo mismo la desplumé.

—Esto es mierda —se ahogó el Inspector.

Cayetano olió el estofado y se torció de risa: era mierda.

—Oye Espinoza. ¿Tapaste la olla?

—¿Qué olla?

—Grandísimo hijo de puta —tronó Cayetano—. ¿No sabes que cuando se cocina con bosta hay que tapar la olla para que no se le pegue el olor del estiércol? (1983: 43)

 

Este recordar por parte del Abigeo y demás comuneros de episodios de los que como lectores recién deberíamos enterarnos en la segunda novela del cantar, evidencia que ambas historias se desarrollan casi al mismo tiempo. Es decir que, mientras que en Rancas los comuneros traman la muerte del juez, mientras que Chacón es apresado y mientras que se desarrolla la lucha contra el cerco; en Chinche, ya Garabombo ha sido expulsado a las cuevas de Jupaicanán, y quizá ya han iniciado él y los comuneros su propia gesta. También podemos ver que la idea de invisibilidad ya se expone desde la primera novela, pero eso será tema para otra oportunidad.

          Hasta este momento de la historia el lector ha conocido a un Niño Remigio ingenuo, vanidoso, enamorado sin esperanzas de la Niña Consuelo. Físicamente es pequeño, jorobado, cojea, se viste mal, duerme en una panadería donde le regalan las galletas rotas que él busca obsequiarle a la Niña, posee tres perros. Va pasando de ser un enfermo de epilepsia que pide al cielo que lo recoja, a ser un escritor que une su habilidad verbal al ánimo de incomodar. Para denunciar a Juana, la hija de Chacón, ha escrito un huaino. Se va configurando —para la siguiente novela— un personaje escritor, ácido en sus comentarios, bromista, pero a la vez crédulo y capaz de hacerse querer por algunos.

Así, en el capítulo seis de la segunda novela (1977: 40-41) logramos ver al Niño Remigio en toda su magnitud cuando Garabombo a su regreso de Lima se encuentra con él. Aparentemente desvalido, en todas sus deformidades, Remigio es un Niño adulto que viste harapos con parches de diversos colores, cojea, finge no reconocer a Garabombo debido a una deficiencia visual, se hace el importante, se pone unos anteojos rotos, entonces finge verlo y se alegra.  Es interesado, se enoja porque no le ha traído caramelos. Le ofrece, a cambio de ellos, escribirle al Presidente sobre su caso.

El Niño es un escritor que con su fantasía es capaz de verse involucrado en el viaje a Lima del héroe Garabombo en pos de justicia para los reclamos de los colonos. Remigio es el héroe de su propia historia, con ayuda de los comuneros y de la colecta del capillero construye el Huáscar para navegar hacia Lima por el río Chaupiguaranga que no solo baja, también sube: “Ernestito tenía razón. Ernestito es el pescado que me contó todo. ¡Lindo Ernestito! Pocos conocen el camino. ¡Linda travesía! El río Chaupiguaranga bajó tres días y luego comenzó a subir. Al principio no se nota”. (1977: 73)

 El género epistolar es la mejor manera que encuentra este personaje para expresar su inconformismo con la vida y completarse a sí mismo como un imaginado ciudadano influyente en las decisiones de las autoridades y como un indiscreto poblador dispuesto a poner en evidencia las malas artes de ciertos personajes como el Subprefecto o la misma esposa del juez. Es por esto último que, cansados de sus burlas e indiscreciones, los más acomodados urden un plan al que todos se prestan. El Niño Remigio es víctima del escarnio. Se convierte en Remigio el Hermoso y logra captar la atención de la Niña Consuelo. Se prepara la boda. El hechizo o encantamiento en el que todo el pueblo se ha visto involucrado desaparece cuando Remigio se halla solo y burlado ante el altar.

Este personaje fantasioso y de alma ingenua ha sido presa, pues, de la fantasía generalizada surgida sobre todo entre las familias más acaudaladas, constantes víctimas de las burlas del Niño Remigio:

—¡Ay, doña pepita —se confesó doña Enriqueta—, me paso los días revisando el santoral! ¡No sé qué nombre ponerle a mi hijo!

El Niño Remigio, que a pocos metros fracasaba intentando obtener un caldo de carnero a crédito, gritó:

—¡En vez de buscar el nombre de su hijo, debería buscar el nombre del padre!

 

Es esta audacia la que despierta la ira del Subprefecto, esposo de Enriqueta, harto de que el embarazo de su mujer fuera objeto de las burlas de Remigio. Decide dar la orden de envenenarlo. Es cuando interviene el juez Montenegro y propone enviarle un oficio de reconocimiento a su labor como intelectual. Este hecho genera una serie de cambios en los pobladores que empiezan a verlo con otros ojos. Incluso se hace amigo del juez y hasta pasea con él. Remigio es objeto de sucesos maravillosos. Crece y hasta pierde la joroba. Es admirado por todos y cautiva a la Niña Consuelo con la que se compromete en matrimonio. Es aún más reflexivo y lúcido, lee historia y comparte sus conocimientos con madurez, como la historia del general Sobiersky (Carlos Sowersby), que, venido de las luchas napoleónicas, luchó al lado de Bolívar en la Batalla de Junín, en la que murió (1977: 151-152). El día de la boda es el punto máximo de la felicidad del personaje a la vez que el declive del encantamiento. “En vano, nadie llegó. Ni la Niña Consuelo, que se carcajeaba en casa de los Montenegro…” (1977: 208).

Dolido, el Niño Remigio anda sin curso fijo. Distingue a la Guardia de Asalto e intenta escribir una carta a la Virgen de las Mercedes para pedir por los Chinchinos. Al ver muy cerca de la guardia, se interpone y es acribillado: “El guardia lo cegó con su metralleta. Así se comprobó que el Niño Remigio padecía una enfermedad incurable porque la ráfaga que le destapó la mitad de la cabeza mostró que en lugar de sesos tenía una mata de geranios.”  (1977: 254)

Conclusiones

·         El Niño Remigio es un personaje que vemos perfilarse desde la primera novela de la pentalogía La Guerra Silenciosa, Redoble por Rancas.

·         La vida del personaje se desarrolla a lo largo de la segunda novela: Garabombo el Invisible, hasta su muerte.

      En la primera historia los comuneros están dispuestos a sacrificarlo para conseguir su objetivo de librarse del juez Francisco Montenegro, pero las cosas cambian y se salva sin haberse enterado siquiera del riesgo corrido.

·         En la segunda novela vemos a un Niño Remigio con todas sus características físicas e intelectuales. Se manifiesta su vocación por el género epistolar cuando le ofrece a Garabombo escribirle al Presidente para ayudarlos en sus problemas con la justicia. Se aprecia su fantasía de poder como influyente en las decisiones de los políticos. Fantasea con ser amigo del presidente e incluso imagina una participación suya en las hazañas de los comuneros.

·         Nos vamos enterando de que resulta incómodo a la clase social alta por sus continuas ironías. Es víctima de la burla tramada por las autoridades hartas de él y vive una ilusión de belleza e importancia que se vuelve colectiva al punto de conseguir el amor de la Niña Consuelo.

·         El Niño Remigio muere como héroe, asesinado por la Guardia de Asalto.

 Fuentes

Scorza, Manuel, 1983 “Redoble por Rancas”, Plaza & Janes, S. A., Barcelona

——————, 1977, “Garabombo el Invisible”, Monte Ávila Editores, Caracas

 

 

 


 

 

 

 

 

 

 

miércoles, 20 de octubre de 2021







Las historias engarzadas de Eva Luna, de Isabel Allende

por mitzar brown



Eva Luna (1987) es la tercera de las novelas de Isabel Allende (1942). La autora nace en Lima en circunstancias en las que su padre era diplomático de la embajada chilena en Perú. Deshecho el vínculo matrimonial de sus padres, la madre regresa con sus hijos a Chile, con Isabel de apenas tres años de edad. Impuesta la dictadura de Pinochet, Isabel migra a Venezuela. Este último dato es importante porque los espacios en los que se desarrolla gran parte de la novela son recreaciones de la geografía y el clima venezolano, aunque también hay grandes espacios de la trama que recuerdan la etapa dictatorial chilena, las represiones, el control de los medios de entonces, etc., y, en general, toda la época convulsa vivida en los años setenta en Latinoamérica.

El personaje principal, Eva, narra no solo su historia sino también las historias de los diversos personajes que conoce y que la acompañan durante el difícil aprendizaje por la vida. Eva puede ser un alter ego de Isabel Allende, que no solo crea relatos sino que muestra los recursos de los que se vale para la inventiva, también para memorizarlos y poder contarlos. Hay bastante de meta literatura en las acciones de Eva. También, desde el epígrafe manifiesta una clara intertextualidad con los conocidos cuentos del Oriente Medio y su estructura de narraciones hilvanadas: 

dijo entonces a Scheherezada: «Hermana, por Alá sobre ti, cuéntanos una historia que nos haga pasar la noche...» (De Las mil y una noches)

Luego la vemos escribiendo cuando aprende a hacerlo y hacia el final recibe una máquina de escribir como regalo de su amiga Mimí. Precisamente, convencida por ella, asume la escritura como el oficio del que deberá valerse para sostenerse a sí misma sin depender nunca más de un patrón. Mimí, antes de su transformación, era hombre. Inconforme con su suerte decide sacar a la mujer que lleva dentro desde su nacimiento y, aunque no llega a operarse, cambia su apariencia. Por fin, deja de ser Melecio, un profesor de italiano durante el día y artista de lentejuelas por las noches, para ser una reconocida actriz.

Aunque podemos relacionar la novela con la picaresca, Eva Luna aprende y cambia de amos, pero no es taimada. Al contrario, es criada en un inicio por su madre que le enseña de forma natural el duro trabajo doméstico. También es la madre la que la inicia en su interés por las historias ya que ella misma debe llenar los vacíos de su vida, esos que nadie conoce, inventándose, incluso, un padre holandés para satisfacer la curiosidad de la niña. Eva aprende a estar en silencio cuando debe estarlo y a contar historias cuando necesita de ese arte innato para hacer trueque con ellas y conseguir pequeños beneficios de las personas con las que se relaciona.

El hecho de ser una fabuladora le da licencia para contarnos lo que le han contado y lo que supuestamente le contaron pero que, es seguro, ha inventado para hacer sus relatos más interesantes o para divertirse. Lo cierto es que todas las historias se van engarzando sin que nada estorbe.

Podemos sí, ver rasgos de personaje pícaro en Huberto Naranjo cuando engaña a los curiosos para ganarse unas monedas. Les hace creer que es capaz de atrapar un pez de la fuente de la plaza pública solo con las manos. Previamente le ha cortado la cola por lo que el pez es fácil de atrapar. Ella conoce a Huberto en uno de sus momentos de desamparo. Gracias a él encuentra un nuevo hogar. Es de gran corazón, aunque impenetrable en sus sentimientos. Se vuelve revolucionario y hacia el final de la historia va a compartir peripecias tanto con Eva como con Rolf Carlé, un fotógrafo y documentalista con el que la protagonista vive un romance sobre el que deja abiertas dos posibilidades, agotamiento per se o durabilidad.

Otros personajes que enriquecen la fantasía de las historias contadas son, además de Consuelo, la madre de Eva: la Madrina, Elvira, Riad Halabí y su esposa Zulema, la familia austriaca de Rolf, con un padre tirano, Lukas; los tíos y las primas de Rolf, en La Colonia.   






 

martes, 5 de octubre de 2021

 



Dos novelas de J.M. Coetzee :

Esperando a los bárbaros, y Desgracia





Leer a J. M. Coetzee (Ciudad del Cabo, 1940), Nobel de Lietratura 2003, es leer sobre la realidad de la hoy Republica de Sudáfrica y sobre el pensamiento de los grandes grupos originarios de esas tierras por largo tiempo sometidos al imperialismo. Ellos deben hallar formas de convivencia con las nuevas generaciones de nativos descendientes de la vertiente europea, tema que a los habitantes de tierras americanas no nos resulta ajeno.

 

Una relectura de Esperando a los bárbaros (1980), que narra situaciones propias de la colonia, y de Desgracia (1999), que corresponde a la pos colonia, me ayuda a reafirmar los porqués de tener a Coetzee entre mis autores predilectos.

 

Con un siglo XX que halló a esta república aún dubitativa frente a la necesidad de crear lazos de convivencia entre los blancos nacidos en esas tierras y los negros dueños de ellas desde los orígenes —recordemos la lucha de Nelson Mandela (1919-2013) contra el apartheid y su búsqueda de convivencia justa—, Coetzee recrea la conflictividad reinante en dicha sociedad a través de la ficción con narradores objetivos que nos convierten en ‘testigos’ de la crueldad de una pretendida supremacía racial enfrentada a la renuencia de los primeros dueños que en su lógica son capaces de subvertir esa dominación.

sábado, 16 de mayo de 2009

Cuento: En la copa de un árbol

En la copa de un árbol
mitzar brown abrisqueta
a mis hijos Fernando y Arturo


Érase una vez, en tiempos pretéritos, muy pretéritos, aún cuando los continentes no acababan de separarse y los mares no hallaban cuna fija que los cobijase por causa de las continuas transformaciones geológicas, que había una especie de seres, los que miles de años más tarde decidieron llamarse a sí mismos: hombres. Ellos conformaban hordas que se trasladaban de un lugar a otro sin más norte que la subsistencia.


En aquella época -mi querido hijo- toda la actividad de nuestros antepasados debió limitarse a la obtención de alimentos sin mayor esfuerzo que el de tomarlos de nuestros preciados árboles o el de tener que cazar y pescar; para lo que se valieron de implementos hechos por ellos mismos. Todo ello, con el paso del tiempo, fue complicando la existencia de estos seres, hoy nuestro mayor problema, hijo. Les surgió la necesidad de vestirse, cobijarse, sembrar y criar animales; debían protegerse de las inclemencias del tiempo. Pronto formaron muchas comunidades que empezaron a competir entre sí, trataban de dominar: los más fuertes a los más débiles. Rara vez conseguían la convivencia armónica. Debió ser la reyerta constante entre ellos la que dio origen a la gran escisión, esa gracias a la cual estamos tú y yo cómodamente sentados en esta fuerte rama, lejos del suelo lleno de dificultades, la mayoría de ellas, ocasionadas por aquel ser con el que tenemos que compartir el planeta que está a punto de fenecer sin que nosotros podamos hacer nada.

    Descendemos del hombre, a tiempo nos escindimos de él al tratar de hallar paz y comunión con la naturaleza, ella dotó nuestros cuerpos de grueso y abundante pelo para abrigarnos, nos hizo cada vez más fuertes y ágiles para poder pasearnos por entre las copas de estos altos árboles que son nuestro lar, a la vez que nuestra despensa. No necesitamos de implementos especiales, pues nuestros largos brazos de manos prensiles y nuestras fuertes mandíbulas son ideales para subsistir. Algunas veces dudamos de haber descendido del hombre, pero los vestigios hallados, además de nuestro parecido con su fisonomía parecen corroborar esta hipótesis.


    Como ves los hombres no evolucionaron físicamente, nosotros sí; por eso no hemos necesitado de esos inventos que al final nos llevarán a la destrucción, a todos. Lo que sí desarrollamos a pesar de nuestro distinto sistema de vida, es el lenguaje, muy parecido al de ellos. Hubo una breve época en la que el hombre utilizó su lenguaje para filosofar, casi consigue alcanzar nuestro nivel. Nuestros abuelos vieron aquello con agrado, pero parece que ellos no lo encontraron tan divertido y pronto dejaron de hacerlo para abocarse a la creación de armas y hacerse daño mutuamente, solo unos pocos dispersos por el mundo se hacen llamar filósofos, pero nada consiguen, nada....



    El hombre ignora que nosotros, considerados anteriores a él, podemos comunicarnos. Nuestros antiguos filósofos convinieron que era mejor ser discretos, permanecer en este verde paraíso lejos de la eterna y creciente barbarie humana. Nuestras mentes se comunican sabiamente, no tenemos la mandíbula atrofiada como la del hombre. Él tiene que transformar sus pensamientos en sonidos, que llama habla, para poder transmitirlos. Ahí comienza la gran mentira de su vida, nunca dice lo que realmente piensa. Disfraza sus pensamientos con sonidos que confunden en beneficio de alguna intención oculta. Según nuestros pensadores esta mentira constante es la causa de la casi nula armonía entre nuestros parientes más cercanos. Tú estás aprendiendo nuestro milenario arte de comunicarnos mentalmente, la avidez de tu mirada me dice más de tus pensamientos que las mismas ondas que recibo de ti. No te esfuerces más por hoy, estás agotado, descansa; mañana tus ideas estarán más claras y podremos profundizar más sobre ese tema. Duerme mi pequeño, duerme confiado....


Lima, agosto de 2004

domingo, 18 de enero de 2009

Leer El Tungsteno, hoy

El siguiente texto es un análisis de la novela corta El Tungsteno* (1932), de César Vallejo. La intención es actualizarla y confrontarla con nuestros comportamientos actuales.El lector dirá...
Leer El Tungsteno
hoy
por mitzar brown abrisqueta.

Una nueva lectura de la novela El Tungsteno (1931), de César Vallejo (1892-1938), permite, distantes del contexto que entonces rodeó a la producción de ésta, observar los hechos narrados y cotejarlos con la realidad actual. Si vista esta novela por la crítica de su época, y aún la más reciente, como una obra de denuncia y, a la vez, de llamado a la revolución[1], es bueno, entonces, hacer la comparación con lo actual y ver qué tanto los ideales y los motivos de un amplio sector de intelectuales, que nunca vieron que se concretasen esos anhelos, representan los anhelos y motivos de hoy.
A la sensibilidad del escritor y su conocimiento de la realidad peruana, entre otras cosas, debido a su desempeño como trabajador de la hacienda azucarera Roma[2] del valle de Chicama, donde presenció los abusos cometidos por los hacendados y autoridades en contra de los peones, se suma su pensamiento político influenciado por el marxismo[3]. De ahí, que la concepción de esta novela obedezca a una intención de crear conciencia en un lector ideal: hasta cierto punto, instruido, capaz de comprender los puntos de vista del autor, y que, además, no ofreciera resistencia a los nuevos planteamientos y se interesara por transformar la realidad mediante la revolución. Asunto verdaderamente difícil en 1931, cuando el país se hallaba en crisis política, económica y social y, en Lima y Callao reinaba el caos, entre manifestaciones de obreros –de la naciente clase proletaria- y disturbios estudiantiles. La represión, sobre todo cultural, como se explica más adelante, no se hizo esperar. Además, aquellos burgueses en los que Vallejo quería influenciar estaban dedicados a asimilarse a la modernidad venida de fuera, un objetivo que –para ellos- en esos momentos se presentaba difícil debido a la inestabilidad económica en la que había quedado el país luego de concluido el gobierno de Leguía; la mayoría permanecía indiferente a los sucesos del interior, salvo cuando de velar por los intereses propios se tratara, aspecto este muy similar a nuestra globalización actual, época de lo efímero, en la que casi todos estamos, unos, muy preocupados en cómo sacarle mayor provecho al dinero plástico y otros más privilegiados buscan cómo hacer para que más personas se “enganchen” (última versión del enganche de antaño) al sistema de crédito fácil, o en cómo diversificar sus actividades empresariales para que no los sorprenda alguna adversidad. Muy distraídos todos de lo que sucede en las zonas más pobres del país. Situación que nos invita a reflexionar sobre la efectividad de la democracia cuando las “sociedades han perdido la adhesión activa de sus ciudadanos, particularmente de los jóvenes” (McCarthy, 2000:136).
El tungsteno fue escrito el mismo año de su publicación y, como señalo líneas atrás, el autor se basó en su experiencia personal-laboral que -en la ficción- localizó en el Cuzco, en un imaginado asentamiento: Quivilca, cerca de la localidad de Colca, también ficticia, y con una empresa minera con sede en Nueva York, denominada Mining Society, que representa la inversión norteamericana en el país. Se ha señalado que los cambios bruscos sufridos por la localidad representada, que pasa de una vida completamente rural y casi salvaje a ser un centro de comercio y producción, muestra el paso de la sociedad pre-capitalista hacia el capitalismo. Con todo lo que ello implica, como señala Washington Delgado para referirse al último cuarto del siglo XIX, precisamente en el sur del país, donde : “La revitalización económica (debida al capital extranjero) contribuyó, si no a la formación de una elite, sí al aireamiento intelectual y planteó también algunos problemas susceptibles de convertirse en temas literarios: los efectos nefastos de la política criolla del país, la explotación del indio y la corrupción moral” (1980:86). Cáceres Cuadros (2004:21) señala que la novela, aunque escrita y publicada en 1931, fue concebida desde 1926, y que según su esposa, Georgette, “desde 1913 ya rondaba la idea en su cabeza, mucho antes de la aparición de sus primeros libros poéticos”. De acuerdo con lo anterior, se infiere que hubo una conjunción entre la realidad que él recordara de su país –mientras estaba exilado por el gobierno francés, en España- y sus convicciones marxistas[4], pero sobre todo, si, en realidad, la obra fue concebida ya desde 1913, puede afirmarse que la ideología comunista solo sirvió para afianzar sus convicciones de lucha por la justicia y para estructurar la novela de acuerdo a un programa político que la sitúa dentro de la clasificación de novelas de tesis.
En la trama de la novela, el personaje encargado del discurso comunista con el que se va a intentar convencer a la burguesía lectora y, al interior de la diégesis, a un representante de la burguesía, el agrimensor, estudiante de ingeniería, Leónidas Benites, ex socio de los explotadores, que se halla resentido por haber sido separado arbitrariamente de la sociedad, es el herrero Servando Huanta, personaje del que el narrador señala características y vivencias muy parecidas a las de Vallejo que como su personaje –salvo la pureza de sangre - también trabajó, aunque no participó en manifestaciones, en una hacienda en el valle de Chicama, donde conoció las injusticias. Así el narrador cuenta que Huanta:
Era un tipo de indio puro: salientes pómulos, cobrizo, ojos pequeños, hundidos y brillantes, pelo lacio y negro, talla mediana y una expresión recogida y taciturna. Tenía unos treinta años. (Más adelante cuenta que) (…). Otras veces ya, cuando vivió en el valle azucarero de Chicama, trabajando como mecánico, fue testigo y actor de parecidas jornadas del pueblo contra los crímenes de los mandones. Estos antecedentes, y una dura experiencia como obrero, había recogido en los diversos centros industriales por los que, para ganarse la vida hubo pasado, encendieron un dolor y una cólera crecientes contra la injusticia de los hombres. (2001:126)
A pesar de mi apreciación sobre este personaje como un alter ego de Vallejo, debo consignar aquí las interesantes consideraciones de Galdo (2007:184), que señala a Huanta como un personaje inspirado en los tradicionales líderes que, a lo largo de la historia andina, han llevado a cabo importantes rebeliones, en especial en Domingo Huarca, en Sicuani, Cuzco, sobre todo por el parecido con el nombre y la locación.
La construcción del personaje Huanta está ‘expuesta’ en la misma trama; es un hombre que ha sido testigo de los maltratos sufridos por los trabajadores de las haciendas, por ello se une a “pequeñas asociaciones y sindicatos rudimentarios” donde “le dieron periódicos y folletos en que leyó tópicos y cuestiones relacionadas con esa injusticia que él conocía y con los modos que deben emplear los que sufren, para luchar contra ella y hacerla desaparecer del mundo” (2001:127). Obsérvese que hay, en estas dos páginas citadas, una secuencia de los pasos que debe dar el hombre o que ha debido dar, es el caso de Huanta, para convertirse en revolucionario. Incluso la ambientación del rancho donde tiene lugar la reunión entre los tres personajes cuenta con algunas “fotografías arrancadas de Variedades, de Lima”, pegadas sobre los “muros de cercha, empapelados de periódicos” (2001:144). Stephen Hart nos recuerda, precisamente, que: “En un artículo publicado en Variedades (…) Vallejo describe el nuevo ‘espíritu comunista integral’ como un postulado europeo….” (1988:450). Una vez más el autor, mediante esta pequeña estrategia, apela a los conocimientos de su ‘lector ideal’ para insistir en la orientación y finalidad de su obra. La burguesía a la que Vallejo intenta llegar se halla representada en la trama por Leónidas Benites, un personaje que a pesar de pertenecer, al inicio, a la clase explotadora, está caracterizado de manera que evidencia una marcada diferencia, en sus actitudes, con los demás funcionarios de la sociedad minera. A él le preocupa tener un capital para regresar a Lima a culminar sus estudios, es excesivamente cuidadoso con su salud e higiene, por lo tanto no es promiscuo, es muy respetuoso de las formas, por lo que no duda en manifestar su rechazo a cualquier comportamiento indecente. Galdo (2007:183) destaca que el hecho de que Benites no participara en la violación colectiva a Graciela (2001:84-93), propiciada por Marino –conviviente de ésta- ‘por haberse quedado dormido’ en el momento de la orgía, representa con ello al verdadero burgués insensible a: "la avanzada del imperialismo y los abusos que cotidianamente cometen los poderosos”. Benites es el profesional, intelectual, hombre de clase media, que debe involucrarse en la búsqueda del cambio. Así, a través de su narrativa, Vallejo intenta, desde la lejanía, participar en el debate peruano sobre el indigenismo[5]. Debió ser contraproducente para Vallejo que en esos momentos, de la publicación de la novela, el Perú atravesara por una serie de “gobiernos represivos, poco respetuosos de los derechos humanos y de la actividad cultural (…) aquellas revistas en las que solía colaborar, dejaron de aparecer ‘Amauta, Mundial, Variedades’ dada la difícil situación económica general.” (Núñez 1994:391). Carlos Villanes Cairo (1988:755) resume así los sentimientos y el compromiso de Vallejo con la causa indígena: “Vallejo vino al mundo con una elección mayor: no habló por el indígena sino como el indígena; consciente o inconscientemente su literatura lleva el espíritu aborigen, que bebió en el seno materno, bautizó en la prisión y perfeccionó por los caminos del mundo….”
Todos los elementos, que sirven para demostrar situaciones de abuso, están consignados en la novela: El abuso contra los indios soras, la violación colectiva a Graciela, apodada la Rosada, que termina con su muerte; el enrolamiento arbitrario y cruel de yanaconas para someterlos a trabajos en las minas y no precisamente al servicio militar obligatorio, también degradante; la muerte de uno de los enrolados debido al trato inhumano, el consiguiente reclamo del pueblo enardecido y la actitud de las autoridades, que emprenden, por ello, una cruel masacre; la indiferencia de las autoridades departamentales y centrales frente al hecho; por último, el enriquecimiento de los comerciantes, funcionarios y de la empresa minera misma a costa de la explotación de los trabajadores. Todo esto es narrado en las dos primeras partes de la trama y resulta útil al personaje Huanta para, en la tercera y última parte, resumir los hechos y argumentar sobre los porqués de la necesidad de iniciar una revolución en pos de la justicia social ante el agrimensor Leónidas Benites y un apuntador de minas -afectado por la cruel muerte de la Rosada, que fuera su conviviente antes que de Marino, pero que él mismo cedió al comerciante debido a la afición de ella y de sus hermanas por la bebida, ellas laboraban en la preparación y venta de chicha.
En la primera parte de la novela, son los soras –representantes de la vida salvaje- los que con su actitud conducen a crear el clima necesario para que se pueda destacar el comportamiento de los ‘civilizados’ llegados a Quivilca, contratados por la empresa norteamericana Mining Society , para dedicarse a la explotación de los yacimientos de tungsteno, mineral codiciado para la fabricación de herramientas y que luego, al ingresar Estados Unidos en la guerra europea, se haría imprescindible para la fabricación de armamento bélico. Galdo (2007:187) refiere que los soras fueron un grupo étnico originario de la zona de Ayacucho, dominado primero por los chancas y luego por los incas. Los dominadores se enfrentaron al, entonces, espíritu guerrero de los soras con los que tuvieron que tranzar para vivir en armonía. Es a partir de la colonia, que los indios soras son sometidos al cruel trabajo de la mita, situación que relata, dice Galdo, el cronista Poma de Ayala en sus Corónicas…. En la ficción de Vallejo, los soras son recreados como seres inofensivos e indiferentes a las riquezas materiales, con curiosidad propia de niños. Es por eso que los recién llegados, entre ellos personal norteamericano y limeño, que llevan consigo sus ambiciones personales, nada espirituales, mas bien sí, materiales, se sorprenden y se muestran perplejos al primer contacto con los soras, gente aborigen muy trabajadora pero completamente desinteresada, y por el contrario, muy generosa y desprendida. Esta exagerada inocencia con la que el narrador describe a los indios soras contribuye a destacar la ambición y maldad de los burgueses –profesionales y especialistas- y de los funcionarios de alto rango de la empresa minera.
Es alrededor de las humildes viviendas de los indios, que se va creando el poblado minero de Quivilca, que pronto es dotado de todas las instancias y autoridades mínimas necesarias. Y es a costa del despojo de las pertenencias de los soras -tierras, animales- que José Marino, que tenía la exclusividad del bazar y la contrata de peones para la mina, crea sus riquezas. Además, crecen las necesidades de los nuevos habitantes, llegados con sus respectivas familias, que José Marino se encarga de abastecer. Debo observar, que los soras son, en la trama, el elemento que por oposición va -como señalo en el párrafo anterior- a contribuir a destacar el comportamiento de los otros personajes, pero lo que interesa al discurso –por lo que se observa- es concienciar a favor del proletariado, sector en el que los soras no se incluyen pues pocas veces trabajan en las minas y cuando lo hacen no reciben nada a cambio; gustan, en extremo, del trabajo, y cada vez que, con argucias, son desposeídos, van -sin enojo alguno- en busca de nuevas tierras para cultivar y nuevos animales que domesticar.
Esta etnia es considerada gente tonta, sin ambiciones, sin autoestima, no fiable como fuerza laboral de la mina pues abandona el trabajo a su antojo. Esta manera, de caracterizar al aborigen, casi como niño, sumamente ingenuo e irresponsable -aunque está ausente todo paternalismo hacia ellos- es propia de la literatura indianista, sin embargo los factores de producción y temática la ubican entre la narrativa indigenista[6]. Respecto de esto, en Cáceres (2004:23) leemos: “Es cierto que en la presentación del indio, sean los soras o comuneros, hay un cierto ‘rousseanismo’ por lo del ‘buen salvaje’, pero es una de las antítesis para profundizar el efecto negativo de los civilizadores, detrás de los cuales está el interés económico….” El nudo de la trama llega cuando la Mining Society pretende una mayor producción de tungsteno. Primero traídos de Colca[7] y zonas aledañas, los ‘trabajadores’ resultan insuficientes para satisfacer la demanda del mineral. Los lugareños se resisten al trabajo en las minas, que han dejado de ser un atractivo por las malas condiciones de trabajo. Es entonces que, en aras de cumplir con las exigencias que, desde Nueva York, llegan a los funcionarios misters Taik y Weiss para mayores envíos de tungsteno, las autoridades serviles, y el comerciante encargado del enganche de peones, no dudan en emprender una cacería de yanaconas, que tratados como seres sin derechos, ni condición moral, son humillados, durante su traslado, por hombres de la gendarmería.
Estructurados a favor del realismo, los elementos que conducen al descontento popular, son expuestos por el narrador. Así, deja entrever la perplejidad que causa el comportamiento de los soras en los recién llegados a Quivilca, y la forma cómo se benefician sin escrúpulos de la bondad de los nativos. También vemos la presencia de abusos en contra de la mujer humilde y de pueblo, en contra de los obreros de las minas, y de las familias y de sus hijos al momento de enrolar a los indios que supuestamente han evadido el servicio militar. Los atropellos causan penosas muertes que quedan, como delito, impunes, sin que las autoridades del gobierno central se enteren siquiera, y sin que las departamentales al ser informadas escuetamente de los hechos, ‘sospechen’ siquiera de que las ridículas informaciones son incompletas. Con todos estos elementos, la novela de Vallejo pasa a formar parte de la literatura social que busca dejar huella y ganar conciencias.
La revolución, así soñada: “El viento soplaba afuera, anunciando tempestad”, última línea de la novela, no se produjo en el Perú, y los años nos mostraron cómo -en otros lugares- los líderes revolucionarios, nacidos del pueblo, que llegaron al poder, traicionaron a sus seguidores y se convirtieron en elites gobernantes, disjuntas del mundo, y de espaldas a la miseria de sus poblaciones. Ya lo había advertido Manuel González Prada, en sus Horas de Lucha como nos lo recuerda Roland Forgues (2007:20): "Toda revolución arribada tiende a convertirse en gobierno de fuerza….” Entonces, muchos quizá, hemos llegado a la conclusión de que no era esa –aquella planteada por Vallejo en su obra- la forma mejor de darle solución a tanta injusticia, pero ignoramos, hasta hoy, cuál es la mejor manera de conseguir equidad, porque lo sucedido, en estos tiempos, en nuestros países, no nos ha mostrado progreso alguno en el ideal de conseguir una sociedad más pareja, con un mejor reparto de los bienes, pero, sobre todo, una sociedad segura de la transparencia de sus gobiernos, vale decir, de no-corrupción. Es por ello el planteamiento que hice al inicio de este artículo. Aún hoy, para no distanciarme de la temática de la novela aquí comentada, subsiste el abuso en contra de las poblaciones cercanas a los diversos yacimientos mineros. Hace poco, vimos en la televisión local un documental[8] que mostraba la grave situación de los comuneros y sus familias, en la ciudad de Cerro de Pasco, incluso de los cerreños que se desempeñan en otras actividades. Todos ellos sufren cada día el continuo deterioro de sus viviendas por causa de la explotación a tajo abierto, un tajo que va, literalmente, devorando las casas humildes de los cerreños, por lo que éstos deben ir abandonando sus moradas para edificar otras en un continuo originado en la ampliación del tajo debida a la demanda de minerales. Como en la historia que se narra en El Tungsteno, donde los verdaderos moradores parecen no tener vida propia, en Cerro de Pasco las vidas de sus habitantes no son más importantes que la explotación del mineral, sus tranquilidades tampoco, continuos temblores de tierra los alarman; y la salud de sus niños, que no alcanzan la talla apropiada a sus edades, está en peligro; pero si no es por un documental, no nos informamos, las autoridades locales callan y el gobierno central promete trasladar la ciudad.
Recojo aquí las convicciones de Hannah Arendt -analizadas por Michael McCarthy (2000). Ella abogaba por un pensamiento político independiente pero basado en la memoria, donde las experiencias concretas, que son fenómenos observables, nos den la pauta de nuestras políticas. Interesa su reclamo por una participación efectiva y activa de los ciudadanos en la política de su país, con el fin de evitar gobiernos autoritarios que se beneficien de la alienación de sus ciudadanos, del quehacer político. Por eso, a la pregunta inicial de este artículo, sobre qué tanto estaría vigente el pensamiento de intelectuales como César Vallejo, en busca de justicia, y apoyada en las reflexiones que hiciera Arendt, para, también, dar una mirada a la actual situación del país, donde todos hemos sido testigos del descubrimiento de crímenes de lesa humanidad, puedo afirmar que no les faltó razón al ver en el ciudadano medio, un distanciamiento casi involuntario de los problemas sociales. Considero que esa situación no ha cambiado, y que podríamos hacernos la siguiente cruel pregunta: ¿No será que, como Leónidas Benites, seguimos dormidos? Como pensó Arendt, no basta con haber nacido para tener derecho a los derechos humanos, es importante la pertenencia activa a una comunidad política que haga respetar esos derechos, y sobre todo, reconocernos como una pluralidad donde los derechos de cada uno hallan su límite en los derechos de los demás.
Notas [1] Es considerada novela de tesis porque predomina la idea sobre la acción. No disimula su propósito docente, crea polémica sobre el tema que interesa al autor, que utiliza a los personajes de forma estratégica para alcanzar un fin preconcebido.
[2]Consigno aquí lo señalado por Phycis Rodríguez-Peralta (1984:437, nota 8) respecto de la experiencia laboral de César Vallejo: “En 1910 Vallejo trabajó en las oficinas mineras norteamericanas; en 1911 fue tutor del hijo de un rico hacendado y propietario de minas; en 1912, un ayudante de cajero en la hacienda Roma, vasta finca de caña de azúcar cerca de Trujillo. de Quiruvilcca.
[3] Hecho que lo induce a incorporarse, en 1928, al Partido Comunista Peruano, cuando –en Francia- tiene ya amplia participación en el partido comunista, por lo que es exilado a España donde se inscribe, de inmediato, en el Partido comunista español. Entre 1928 y 1931 visitó Rusia en tres oportunidades, ello le permite reunir suficiente material para escribir y publicar: Rusia, en 1931: Reflexiones al pie del Kremlin, y Rusia, ante el segundo plan quinquenal, terminado en 1931. (Bruzual, Alejandro)
[4] Sobre el pensamiento político de César vallejo y su adhesión al comunismo-para efectos de interpretación de su obra- debe tenerse en cuenta, según refiere Stephen Hart (1988: 450), el aspecto cronológico de sus afinidades a las diversas tendencias de esta ideología: “Vallejo pasó por tres etapas claras –revolucionario vanguardista, trotskismo y finalmente stalinismo”.
[5] Véase Villanes Cairo (1988: 755)
[6] En Galdo (2007: 176) leemos: “…hay quienes consideran a El tungsteno como el texto que da inicio a la novela indigenista no sólo en el Perú sino también en Hispanoamérica”, y se cita a Lisiak-Land Díaz Ya González Vigil.
[7] En Galdo (2007:185) leemos: “(Colca en quechua significa granero y funciona literalmente como el lugar que provee de mano de obra a la mina)
[8] Programa emitido América televisión. Reportaje de Maribel Ocampo et.al. 20 de abril de 2008.
Fuentes:

CÁCERES Cuadros, Tito. 2004 “Presencia y Vigencia de El tungsteno”. Revista peruana de literatura. Nº 1, mayo-junio 2004. Lima. pp. 21-23.
GALDO, Juan Carlos. 2007 “Tempestad en los Andes: Alegoría y revolución en El tungsteno, de César Vallejo”. Revista iberoamericana. Vol. LXXIII. Nºs 218-219, enero-junio. Texas. Pp.175-192.
DELGADO, Washington. Historia de la literatura republicana. Rikchay Perú.Lima. 1980
FORGUES, Roland. Scorza en el siglo XXI. Por el camino de la potmodernidad, 2007 Muerte y resurrección de los dioses. Revista de artes y letras. Martín. Año VII. Nº 17.
HART, Stephen. 1988 “La cultura y la política en la prosa periodística de César Vallejo”.
McCARTHY, Michael. El pensamiento político de Hannah Arendt. Instituto de ética 2000 y desarrollo de la Ecuela superior Antonio Ruiz de Montoya. Lima. Cuadernos hispanoamericanos. Nº 454-455, abril-mayo. Madrid. pp. 449- 456.
NÚÑEZ. Estuardo. “La recepción de Vallejo en el Perú, durante la etapa ‘trílcica’. 1994 (1922-1937)”. Coloquio internacional. Vallejo, su tiempo y su obra: actas. Universidad de Lima. Lima. Pp.387-395.
VALLEJO, César. 2001 El tungsteno. Peisa. Lima
VILLANES Cairo, Carlos. 1988 “El indigenismo en Vallejo”. Cuadernos hispanoamericanos. Nº 454- 455, abril-mayo. Madrid. Pp.751-776.
RODRÍGUEZ-Peralta, Phyllis. “Sobre el indigenismo de César vallejo. Revista 1984 Iberoamericana. Vol. L, nº 127, abril-junio. Pittsburg. Pp 429-444- En la red: BRUZUAL, Alejandro. “Los viajes de César Vallejo a la Unión Soviética: La dialéctica s/f del vaso de agua”. En: A contra corriente. Revista de historia social y literatura de América Latina. Universidad de Pittsburg. Consultado: 5 de junio de 2008. URL: http://www.ncsu.edu/project/acontracorriente/fall_06/Bruzual.pdf
OCAMPO, Maribel. Reportaje sobre la explotación minera a tajo abierto en Cerro de 2008 Pasco. Programa Cuarto poder. URL: http://www.americatv.com.pe/cuartopoder/index.asp Créditos del reportaje. Maribel Toledo Ocampo; Carlos Correa, edición; Sergio Vergaray, camarógrafo.
*"Leer El Tungsteno, hoy". Brown Abrisqueta, Mítzar. César Vallejo. Revista Martín. Revista de artes y letras. Universidad San Martín de Porres. Año VII, número 18/19, octubre de 2008.

viernes, 12 de diciembre de 2008

Conversaciones con Lily Hoyle

Conversaciones con Lily Hoyle
por mitzar brown abrisqueta

A la hora convenida, las cinco de la tarde, del cinco de diciembre, llegué a la casa de Lily Hoyle. Nos conocimos durante la celebración del simposio Re-descubriendo a Scorza (2007), que organizara Tomás G. Escajadillo. De hecho, ella me preguntó al recibirme en su casa: -¿dónde fue que nos conocimos? –hmmm, traté de hacer memoria, y dije: ¿en la presentación de Martín? –No, –señaló- fue en el simposium, desde ahí nos conocemos. -Es verdad –dije-¡cuánto tiempo ya! Y es que luego de algunos encuentros en los diversos homenajes que se hicieron a lo largo de este año a Manuel Scorza, incluida una visita mía a su stand en la Feria Internacional del Libro, por fin podíamos conversar en la tranquilidad de su hogar.

Días antes, el 27 de noviembre, el día anterior a que se cumpliera el vigésimo quinto aniversario de la muerte de Manuel Scorza, fue suspendida –hasta un nuevo aviso- la presentación del libro que recoge las ponencias del simposio mencionado en el párrafo anterior. En la puerta de la Casona de San Marcos –donde debió realizarse dicha presentación- nos encontramos Lily Hoyle, Eduardo M. Escorza Hoyle, Arturo Corcuera, Jaime Guadalupe y esta servidora. Conformábamos pues un pequeño grupo y, por sugerencia de Eduardo, nos trasladamos, en busca de un café, a los portales de la Plaza San Martín. Cuento esto porque noté, en la familia Escorza-Hoyle, ese modo optimista de ver la vida y los sucesos del día a día. Para Eduardo esa pequeña reunión era una buena manera de homenajear a su padre, sobre todo por la presencia del poeta Arturo Corcuera, que fuera, precisamente, el que le diera un último adiós a Manuel Scorza, al pie de su tumba, el día del entierro. Para el hijo, era pues una coincidencia feliz, y quizá una travesura más de su padre que de alguna forma había provocado esa situación. Hay hitos en el tiempo histórico de una familia que sirven de derroteros para el recuerdo. Esa noche, mientras nos acercábamos a los portales, Jaime Guadalupe le recordaba a Lily, con el cariño que lo caracteriza frente a todo lo que tiene que ver con el autor y su obra, que años atrás, en esa misma calle, en esos mismos portales, Manuel se había retratado acompañado de Pablo Neruda y su esposa, y que Lilly no pudo acompañarlos esa tarde porque su primera hija Ana María estaba por nacer. Eso, más el comentario de Eduardo que ya les comenté, me hizo pensar que, efectivamente, los lugares guardan un magnetismo especial, y una magia que no deberíamos dejar pasar, así, tan desapercibida, sino sentirla y vivirla como esa noche nos la hizo advertir Eduardo. Hago aquí una pequeña digresión para contarles que el día sábado 13, a las 10.15 am., según me acaba de informar Lily, nació Analucía ('se escribe así, todo junto', me dijo).Es la primera bisnieta de Lily y Manuel Scorza, ¡Qué año! ¿no?

El día de la entrevista, la tarde transcurrió casi sin sentir, y entre aromático café y unos dulces, sin un rol de preguntas planeado, preferí dejar que ella eligiera el rumbo de la conversación, interrumpida por breves llamadas de amigos o familiares que deseaban saber si ya había nacido el primer bisnieto de la familia Scorza-Hoyle.

Así, refiere que Manuel era sumamente engreído: “porque cuando a Manuel le gustaba un terno, él se ponía eso todos los días. Entonces no había chance para estar zurciendo el bolsillo… Y que él tenía mucha ropa, pero… Manuel fue muy engreído por su madre, cuando no era temporada, por ejemplo, de fresas, él quería fresas… y su madre daba la vida por él, lo malcrió… conmigo… mejoró, pero… fue muy engreído desde chico, desde que nació, por su madre, no por su padre, con su padre tuvo un trato normal pero su madre lo engreía mucho”

-Y cómo era él con sus hijos.

-Ah… Manuel fue buen padre, relativamente ¿no? porque nos separamos, él se fue, se fue para vivir su vida en París.

-Sí, usted cuenta que se regresó sola de Paris.

-Eso fue el primer viaje que hicimos…, después terminando ese viaje ya el matrimonio se malogró, después de un año él se fue solo. Entonces no sé pues, él fue muy buen padre, relativamente, -repite- porque…nos mandaba la pensión,…el dinero para los gastos, ¡escribía a mis hijos todos los días! No existía la computadora, si no, hubiera escrito todos los días, ¡Imagínate eso!, en ese sentido fue buen padre. Se fue pues, otras parejas se separan pero están ahí cerca pues, nosotros no, mis hijos no lo veían.

-No lo han gozado mucho.

-No, no lo han gozado, aunque Eduardo sí, algo…, porque ahora precisamente a la hora del almuerzo, estábamos comentando sobre el carácter de su padre, tenía su carácter, y hoy hablamos de eso, o sea que él -Eduardo- si lo recuerda a él, recuerda cómo era... Y en ese sentido –del temperamento- mis hijos no salieron a él.

-¿Cómo hacen cuando deciden sacar nuevas ediciones, quién de ustedes autoriza? Leí en Internet, el año pasado, que… en Argentina estaban sacando toda su obra. Eso es algo importante ¿no?

-Sí, mis hijos firmaron, también su medio hermana firmó, y Jaime Guadalupe fue el que hizo el contacto, él vio lo del contrato. Y todo estuvo bien creo… Con Alas peruanas ha sido algo distinto, ellos podían hacer la edición -que ya es un esfuerzo grande ¿no?-pero nos iban a pagar en libros. En la feria para que yo esté cómoda me pusieron un stand, donde yo pude vender mis libros ahí,y vendí bien, sí... vendí; los otros –los de Manuel- los vendía el personal de Alas. Todavía no sabemos si se va a concluir con toda la pentalogía.

-Y su libro…

-En mi libro solamente cuento hasta el momento en que Manuel y yo nos hemos separado. Cuando nos separamos mi hijo Eduardo tenía siete años. Ahí cuento lo que contribuye a destacar a Manuel y su obra, eso es lo importante.

-Esa época, la época que ustedes vivieron juntos, me parece que, por lo que he leído, fue muy intensa.

-Fue una época buena para nosotros, él produjo intelectualmente y le fue bien. Teníamos muchos amigos, reuniones. Y él, a pesar de que era muy engreído y eso hacía que no disimulara su fastidio por algo, siempre estaba sonriente, todo el tiempo. Yo lo recuerdo mucho así, sonriendo. Era hogareño y le gustaba que la casa estuviera con invitados, llegaban poetas como César Calvo, Arturo Corcuera, Reynaldo Naranjo, que está en mi libro como editor general, y muchos más que iban a la casa y entonces cada uno leía lo que había escrito esa semana, su poesía, había mucha actividad…

Eduardo, con su engreído Perio.

Llegó el momento de despedirme de mi amable anfitriona, antes, nos entretuvimos tomando unas fotos. Ya me retiraba cuando llegó Eduardo que gentilmente me invitó a quedarme un rato más, me disculpé, pero aprovechamos en tomar unas cuantas fotos más. Quedamos en comunicarnos para una próxima charla. Sinceramente, quedé muy agradecida de que me recibieran en la calidez de su hogar.

Cómo citar este texto: Brown Abrisqueta, Mitzar."Conversaciones con Lily Hoyle". En http://creacionycritica.blogspot.com/2008/12/conversaciones-con-lilly-hoyle.html Blog: Creación y crítica. http://creaciónycritica.blogspot.com/ Lima, 5 de diciembre de 2008.

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