viernes, 12 de diciembre de 2008

Conversaciones con Lily Hoyle

Conversaciones con Lily Hoyle
por mitzar brown abrisqueta

A la hora convenida, las cinco de la tarde, del cinco de diciembre, llegué a la casa de Lily Hoyle. Nos conocimos durante la celebración del simposio Re-descubriendo a Scorza (2007), que organizara Tomás G. Escajadillo. De hecho, ella me preguntó al recibirme en su casa: -¿dónde fue que nos conocimos? –hmmm, traté de hacer memoria, y dije: ¿en la presentación de Martín? –No, –señaló- fue en el simposium, desde ahí nos conocemos. -Es verdad –dije-¡cuánto tiempo ya! Y es que luego de algunos encuentros en los diversos homenajes que se hicieron a lo largo de este año a Manuel Scorza, incluida una visita mía a su stand en la Feria Internacional del Libro, por fin podíamos conversar en la tranquilidad de su hogar.

Días antes, el 27 de noviembre, el día anterior a que se cumpliera el vigésimo quinto aniversario de la muerte de Manuel Scorza, fue suspendida –hasta un nuevo aviso- la presentación del libro que recoge las ponencias del simposio mencionado en el párrafo anterior. En la puerta de la Casona de San Marcos –donde debió realizarse dicha presentación- nos encontramos Lily Hoyle, Eduardo M. Escorza Hoyle, Arturo Corcuera, Jaime Guadalupe y esta servidora. Conformábamos pues un pequeño grupo y, por sugerencia de Eduardo, nos trasladamos, en busca de un café, a los portales de la Plaza San Martín. Cuento esto porque noté, en la familia Escorza-Hoyle, ese modo optimista de ver la vida y los sucesos del día a día. Para Eduardo esa pequeña reunión era una buena manera de homenajear a su padre, sobre todo por la presencia del poeta Arturo Corcuera, que fuera, precisamente, el que le diera un último adiós a Manuel Scorza, al pie de su tumba, el día del entierro. Para el hijo, era pues una coincidencia feliz, y quizá una travesura más de su padre que de alguna forma había provocado esa situación. Hay hitos en el tiempo histórico de una familia que sirven de derroteros para el recuerdo. Esa noche, mientras nos acercábamos a los portales, Jaime Guadalupe le recordaba a Lily, con el cariño que lo caracteriza frente a todo lo que tiene que ver con el autor y su obra, que años atrás, en esa misma calle, en esos mismos portales, Manuel se había retratado acompañado de Pablo Neruda y su esposa, y que Lilly no pudo acompañarlos esa tarde porque su primera hija Ana María estaba por nacer. Eso, más el comentario de Eduardo que ya les comenté, me hizo pensar que, efectivamente, los lugares guardan un magnetismo especial, y una magia que no deberíamos dejar pasar, así, tan desapercibida, sino sentirla y vivirla como esa noche nos la hizo advertir Eduardo. Hago aquí una pequeña digresión para contarles que el día sábado 13, a las 10.15 am., según me acaba de informar Lily, nació Analucía ('se escribe así, todo junto', me dijo).Es la primera bisnieta de Lily y Manuel Scorza, ¡Qué año! ¿no?

El día de la entrevista, la tarde transcurrió casi sin sentir, y entre aromático café y unos dulces, sin un rol de preguntas planeado, preferí dejar que ella eligiera el rumbo de la conversación, interrumpida por breves llamadas de amigos o familiares que deseaban saber si ya había nacido el primer bisnieto de la familia Scorza-Hoyle.

Así, refiere que Manuel era sumamente engreído: “porque cuando a Manuel le gustaba un terno, él se ponía eso todos los días. Entonces no había chance para estar zurciendo el bolsillo… Y que él tenía mucha ropa, pero… Manuel fue muy engreído por su madre, cuando no era temporada, por ejemplo, de fresas, él quería fresas… y su madre daba la vida por él, lo malcrió… conmigo… mejoró, pero… fue muy engreído desde chico, desde que nació, por su madre, no por su padre, con su padre tuvo un trato normal pero su madre lo engreía mucho”

-Y cómo era él con sus hijos.

-Ah… Manuel fue buen padre, relativamente ¿no? porque nos separamos, él se fue, se fue para vivir su vida en París.

-Sí, usted cuenta que se regresó sola de Paris.

-Eso fue el primer viaje que hicimos…, después terminando ese viaje ya el matrimonio se malogró, después de un año él se fue solo. Entonces no sé pues, él fue muy buen padre, relativamente, -repite- porque…nos mandaba la pensión,…el dinero para los gastos, ¡escribía a mis hijos todos los días! No existía la computadora, si no, hubiera escrito todos los días, ¡Imagínate eso!, en ese sentido fue buen padre. Se fue pues, otras parejas se separan pero están ahí cerca pues, nosotros no, mis hijos no lo veían.

-No lo han gozado mucho.

-No, no lo han gozado, aunque Eduardo sí, algo…, porque ahora precisamente a la hora del almuerzo, estábamos comentando sobre el carácter de su padre, tenía su carácter, y hoy hablamos de eso, o sea que él -Eduardo- si lo recuerda a él, recuerda cómo era... Y en ese sentido –del temperamento- mis hijos no salieron a él.

-¿Cómo hacen cuando deciden sacar nuevas ediciones, quién de ustedes autoriza? Leí en Internet, el año pasado, que… en Argentina estaban sacando toda su obra. Eso es algo importante ¿no?

-Sí, mis hijos firmaron, también su medio hermana firmó, y Jaime Guadalupe fue el que hizo el contacto, él vio lo del contrato. Y todo estuvo bien creo… Con Alas peruanas ha sido algo distinto, ellos podían hacer la edición -que ya es un esfuerzo grande ¿no?-pero nos iban a pagar en libros. En la feria para que yo esté cómoda me pusieron un stand, donde yo pude vender mis libros ahí,y vendí bien, sí... vendí; los otros –los de Manuel- los vendía el personal de Alas. Todavía no sabemos si se va a concluir con toda la pentalogía.

-Y su libro…

-En mi libro solamente cuento hasta el momento en que Manuel y yo nos hemos separado. Cuando nos separamos mi hijo Eduardo tenía siete años. Ahí cuento lo que contribuye a destacar a Manuel y su obra, eso es lo importante.

-Esa época, la época que ustedes vivieron juntos, me parece que, por lo que he leído, fue muy intensa.

-Fue una época buena para nosotros, él produjo intelectualmente y le fue bien. Teníamos muchos amigos, reuniones. Y él, a pesar de que era muy engreído y eso hacía que no disimulara su fastidio por algo, siempre estaba sonriente, todo el tiempo. Yo lo recuerdo mucho así, sonriendo. Era hogareño y le gustaba que la casa estuviera con invitados, llegaban poetas como César Calvo, Arturo Corcuera, Reynaldo Naranjo, que está en mi libro como editor general, y muchos más que iban a la casa y entonces cada uno leía lo que había escrito esa semana, su poesía, había mucha actividad…

Eduardo, con su engreído Perio.

Llegó el momento de despedirme de mi amable anfitriona, antes, nos entretuvimos tomando unas fotos. Ya me retiraba cuando llegó Eduardo que gentilmente me invitó a quedarme un rato más, me disculpé, pero aprovechamos en tomar unas cuantas fotos más. Quedamos en comunicarnos para una próxima charla. Sinceramente, quedé muy agradecida de que me recibieran en la calidez de su hogar.

Cómo citar este texto: Brown Abrisqueta, Mitzar."Conversaciones con Lily Hoyle". En http://creacionycritica.blogspot.com/2008/12/conversaciones-con-lilly-hoyle.html Blog: Creación y crítica. http://creaciónycritica.blogspot.com/ Lima, 5 de diciembre de 2008.

No hay comentarios:

    La vergüenza en el cuento “Peregrinación” de Susan Sontag* mitzar brown   El cuento aparece en Declaración. Cuentos reunidos . A...