viernes, 25 de febrero de 2022

 

 

La vergüenza en el cuento “Peregrinación” de Susan Sontag*

mitzar brown


 

El cuento aparece en Declaración. Cuentos reunidos. Abre una serie de once cuentos (del original: Debriefing. Collect stories) y cuatro relatos más en la cuidada edición de bolsillo de Benjamín Taylor.

Una voz adulta (alter ego de la escritora), en primera persona, relata la desesperación de una niña, a punto de llegar a la adolescencia, por liberarse de la etapa infantil que considera una prisión. Ella y su familia migran desde la desértica Arizona hacia la ciudad de las estrellas y personalidades del mundo del arte en general, California. El cambio de ambiente y su ingreso a un nuevo centro de estudios la sorprenden con nuevas experiencias y la posibilidad de entablar amistad con chicos (hombres) con los que comparte gustos literarios y musicales.

La primera línea del cuento nos advierte de un sentimiento en ella: la vergüenza, pero es conforme nos internamos en la historia que nos damos cuenta de que cualquier situación que hayamos podido imaginar en esa primera sentencia no fue la más acertada. Así “Todo lo que rodea mi encuentro con él está teñido por la vergüenza” nos persuade de continuar leyendo para conocer al causante de ese sentimiento.

Es una niña de catorce años que se esfuerza en ser cortés con las personas de su entorno, aunque se siente diferente de todos. Detesta el jolgorio de sus compañeros de clase, las risas enlatadas de los programas cómicos de la televisión, la apatía de su madre vs el entusiasmo del padrastro. “Mi misión consistía en mantener a raya la tontería (sentía que me ahogaba en tonterías): la alegre faramalla de mis compañeros de clase y mis profesores…)”. (Sontag, 2019, p. 16). Piensa que en algún lugar del mundo debe haber mucha gente como ella: “…yo no me creía una inadaptada. Pues suponía que mi fachada de afabilidad era aceptada al pie de la letra.” (ídem.). Se siente diferente de todos los que ha conocido hasta el momento, pero el cambio de ciudad le trae esas nuevas amistades de similares intereses. Niños que como ella aman las letras y la música. Así, ella y Merril se vuelven coleccionistas de libros y de discos. En el cuento está también la historia de un proceso de aprendizaje en el que estos niños trazan su camino no solo de acuerdo a sus gustos específicos, sino que también se imponen estoicamente oír música de autores que les desagrada, como parte de este proceso: “Este último era uno de nuestros problemas recurrentes. Éramos deferentes con los graznidos y aporreos de John Cage, sabíamos que debíamos apreciar la música fea; y escuchábamos devotamente a los Toch, Krenek, (…), lo que fuera (teníamos un gran apetito y estómagos resistentes)”. (Sontag, 2019, p. 22)

A cada momento, vuelve al lector el recuerdo de las primeras líneas del relato. ¿Qué la avergüenza? Ella admira al escritor de Alemania Thomas Mann, en esos tiempos (1949) asilado en EEUU. Reside en California, ella sabe, pero lo piensa como un ser superior e inalcanzable. Ha inducido a su amigo Merril a la lectura de los libros de Mann. Es este amigo el que concierta una cita con su ídolo. De un momento a otro y casi en contra de su voluntad se hallan tomando el té en casa del escritor. Nos damos cuenta: Mann es el hombre que anuncia al inicio del relato, pero aún no sabemos por qué.

Como lectores percibimos un derroche de arrogancia en esa voz adulta que nos narra el paso de su niñez a la adolescencia. Nos habla de sus descubrimientos y experiencias intelectuales en esa etapa en que se sentía diferente al resto, pero de ninguna manera inferior, sino todo lo contrario. Resulta difícil imaginar la vergüenza en este personaje sui generis, de alta autoestima, dotado de una profunda capacidad de asimilación de los códigos artísticos de la generación que la precede: “Parecía inevitable para mí que casi todo lo que admiraba había sido producido por gente que había muerto (o era muy vieja) o provenía de otra parte, idealmente de Europa”. (Sontag. 2019. p. 23)

Los personajes, Merril y su amiga, se han preparado para la entrevista. Él entusiasmado, ella, por el contrario, preocupada de que su amigo pudiera cometer algún desatino. Total, es ella la que le mostró la obra de Mann a partir de su lectura de La montaña mágica, tiene derecho a ser exigente. Pero sucede lo contrario, Merril se comporta con desenvoltura mientras que ella no consigue articular las expresiones que hubiera querido, aunque tampoco hace un mal papel. ¿Qué la detiene? Es el desencanto. Siente que Mann no es el Mann de los libros, siente que cuando se dirige a ellos es como si reseñara en vez de portarse como un libro. Ella no logra separar al hombre del escritor. Ahí está su desilusión. Eso la inhibe. Se azora al no poder manejar esa verdad. Su Thomas Mann del que tanto afirma haber aprendido no está ahí, no está fuera de las páginas de sus libros.

Según el diccionario de la RAE, “vergüenza” (del latín verecundia) indica turbación ante una falta cometida por uno mismo que lo deshonra y humilla. Es también turbación del ánimo que nos frena para actuar o expresarnos, va de la mano con la timidez. El diccionario también considera la variable: “vergüenza ajena” como un sentimiento causado por lo que otros hacen o dicen.

El personaje, la niña, siente temor de ir a conocer a su ídolo. Es posible que, de manera inconsciente, no quiera desencantarse. Después de todo ella se ha formado una imagen, la ha construido a partir de sus lecturas, sobre todo de La montaña mágica, novela que la ha hecho volver a su pasado en Tucson, a la muerte de su padre por casusa de la tuberculosis y a su propia condición de niña asmática que debe confiar en que el clima benévolo y los cuidados de su madre la mejoren. Por lo tanto, podemos pensar que antes de sentirse avergonzada, está asustada. Teme no encontrar a su ídolo. También teme no dar la talla durante la entrevista. Su pretexto, para sí misma es que quizá su amigo Merril la haga quedar mal (posible vergüenza ajena), pero poco a poco, dado el entusiasmo de este, decide entregarse a la experiencia.  Ella descubre que su amigo saca adelante la conversación, pero también entiende que Mann es un hombre, no su Dios imaginado. La vergüenza de la que nos habla al inicio del relato es por causa de eso: Descubrir su poca capacidad de separar al hombre del ídolo construido por ella misma, aunque fundamentado en la genialidad del autor: “Algunos años más tarde, cuando ya era escritora y conocí a otros muchos escritores, aprendí a ser más tolerante con la brecha que media entre la persona y su obra. Sin embargo, aún hoy el encuentro me parece ilegítimo, impropio. En lo profundo de mi memoria, muy a menudo, recuerdo la vergüenza”. p. 41

***

 

*Susan Sontag (Nueva York, 1933-2004). De padres judíos estadounidenses, su apellido al nacer fue Rosenblatt, que años más tarde cambiaría por el de su padrastro Sontag. Fue escritora, y aunque su prestigio tiene que ver mucho por la calidad de su obra ensayística, también fue excelente novelista y cuentista. También fue directora de cine, de teatro y guionista además de docente universitaria.

Fuentes

Sontag, Susan. Declaración. Cuentos reunidos. 2019. Ed. Debolsillo. Barcelona

 Wikipedia: https://es.wikipedia.org/wiki/Susan_Sontag#:~:text=Susan%20Sontag%20(nacida%20como%20Susan,guionista%20estadounidense%20de%20origen%20jud%C3%ADo.

RAE:

https://dle.rae.es/verg%C3%BCenza

 

 

No hay comentarios:

    La vergüenza en el cuento “Peregrinación” de Susan Sontag* mitzar brown   El cuento aparece en Declaración. Cuentos reunidos . A...